I
La joven esperaba impaciente, sentada en el gran sillón revestido en terciopelo rojo, enredando sus dedos en el cabello negro, con movimientos nerviosos, porque realmente lo estaba... ese día era decisivo; lo que sucediera en ese momento cambiaría por completo el resto de su vida, marcaría su destino, su futuro, o su falta del mismo.
Sentía ganas de llorar, no por ella, sino por su familia, la imagen de su madre llegó a su cabeza, ella siempre la había educado bien, le había enseñado a hacer lo correcto, y el paso que estaba a punto de dar...Bueno, eso no se encontraba entre las cosas que su madre creía correctas.
Ese lugar no le gustaba demasiado, al igual que no le gustaba la vida que estaba llevando, ya no soportaba la miseria. Siempre había considerado que merecía más, que tanto su inteligencia como su imagen eran demasiado para ese lugar en el que vivía, estaba convencida de que había nacido en el lugar equivocado.
Su familia era humilde y numerosa, su casa pequeña y precaria, su vecindario... para qué hablar? No era precisamente un “country”, sus vecinos eran uno más despreciable que el otro. Escoria, todos, todo... pura basura.
Aunque se torturara a sí misma, aunque entregara su alma al diablo al entrar a ese lugar, lo haría. Se repetía una y otra vez que eso era lo mejor, que debía hacer todo lo que estuviera a su alcance para tener la vida que se merecía, la vida que su familia se merecía. “Es lo mejor,voy a poder aguantarlo”. Su cerebro captaba la orden, y estaba de acuerdo con ella, pero su ¿alma? ¿Su corazón? Le decían que no le ayudaría en lo más mínimo, que terminarían con lo que quedaba de ella, que debía salir corriendo de allí de inmediato.
-Disculpa la demora, estaba ocupada, débes entenderme- una melodiosa voz de mujer se oyó desde lo alto de las escaleras, justo en el medio del enorme salón, tal como en los grandes palacios, en realidad, toda ese lugar lucía como un palacio, como el sitio más encantador de la tierra, aunque estuviera lejos de serlo. La mujer se acomodaba el cabello apresuradamente, nerviosa porque la vieran desarreglada.- mi nombre es Silvia, tú debes ser Amelia ¿No es así?
No respondió, asintió efusivamente con la cabeza, mirando a los ojos a la mujer que acababa de recibirla.
-Bien, estábamos esperándote. Nos han comentado que eres nueva en esto... -honestamente, no tenía mucho para decirle, en ese negocio no había nada peor que ser “nueva”, lo sabía bien, pero aún así, no podía darse el lujo de deprimirla más de lo que, sabía, debía estar.- yo comencé hace años, siempre he estado aquí, somos como una especie de familia. Créeme que no te será difícil ambientarte. Ven conmigo.-
-¿Donde? -
-A la oficina del jefe... –lanzó una carcajada casi inaudible- aquí todos somos muy amistosos, sabes, pero no es fácil entrar. No creeras que por una recomendación y por intercambiar un par de palabras conmigo ya serías parte de todo-
-No te entiendo, hablas como si fuera... una mafia! Puedes explicarme, Yo...estoy demasiado nerviosa como para seguirte el hilo!-
-Todas se ponen nerviosas al princpio, te acostumbraras a todo esto. Además, Brian te agradará, aquí todas lo amamos, es como una especie de padre para nosotras- le guiñó un ojo y ambas rieron, Amelia lo hizo sólo por compromiso.
No estaba con ánimos de reír, no le gustaba nada de nada lo que estaba haciendo, y otra vez un miembro de su familia se apareció en su cabeza. La imagen de su padre, en la cama del hospital, muriendo, diciéndoles a sus hijos las últimas palabras, tomando el brazo de su primogénito, rogándole que cuide a sus hermanas y a su madre. Si su padre la viera en ese momento... no! no quería, ni debía pensar en eso. Le dedicó a Silvia una sonrisa, que sabía, se veía muy falsa.
-No debes preocuparte, por hoy no haras nada- suspiró intentando ser lo más amable posible- debes hablar con Brian, luego veras a Angie y dependiendo de lo que ella diga, te vuelves a tu casa o te enseño tu habitación.-
-¿Quién es?-
Hizo una mueca que la más joven no interpretó en absoluto.
-Todo a su tiempo, ahora, entra por allí.-señaló una puerta enorme, de madera sólida, con pequeñas figurillas talladas en ella- es la oficina de Brian. No hables si él no habla antes, ningún comentario que suene sentimental, no te rías de sus chistes, para él es falta de respeto, y no lo mires directamente a los ojos a menos que él te lo pida, ¿Entendido?-
Asintió, algo extrañada, algo espantada, con deseos de salir corriendo.
Se acercó a la puerta, girando el picaporte con lentitud, asomando su cabeza a medida que iba teniendo espacio, tratando de recordar todo lo que no debía hacer.
Tras la puerta, sentado tras su escritorio, divisó a un hombre corpulento, de espalda ancha, rasgos atractivamente extraños, de ojos tristes y reflexivos, con unos cabellos lacios que no le llegaban a los hombros.
-Pasa, no pierdas tiempo.-su voz sonaba dura, encajaba a la perfección con su imagen.
Terminó de meterse en la habitación, cerrando la puerta tras ella, y viendo al hombre con más preescisión, notando los hermosos tatuajes que adornaban sus brazos...
-Ven, siéntate-Ordenó.
Le hizo caso, pero sin hablar, mirando al piso.
-Por si es lo que te preocupa, ahora te doy mi permiso para hablar, así que habla. Tu nombre.-
-Amelia, señor... ese es mi nombre.
-¿Qué edad tienes? Cuéntame tú, que acabo de despertar y no tengo deseos de hablar.
-Tengo 17 años, casi 18... y no sé que más puedo decirle-
-perfecto! Me gusta esa sensación de pateticidad en las nuevas-Brian no se caracterizaba exactamente por su sensibilidad...-No me gusta que una puta tenga la autoestima alta, y menos en los comienzos.-
Se levantó, pasando junto a ella, abriendo la puerta y llamando a la mujer.
-vamos, Silvia, llévala con Angie! Si ella la aprueba está lista-
La mente de la joven daba vueltas, no se detenía, no paraba de maquinar... no entendía nada de lo que estaba pasando.
Caminó escaleras arriba, siguiendo a su anfitriona, fijándose en cada pequeño detalle del decorado de esa hermosa construcción.
Las paredes eran de un color bordó oscuro, aunque con la maravillosa iluminación que proporcionaban las arañas que colgaban del techo, lo hacían ver como un rojo oscuro y brillante, color sangre... de los muros colgaban bellísimas pinturas, con marcos dorados, pero no brillante, un dorado opaco, apagado... las decenas de sillones, divanes, almohadones como formando lechos en los rincones... simplemente perfecto! Todo era demasiado hermoso, se veía demasiado agradable...
Ese lugar... se veía como lo que era, un templo al placer! Simplemente eso. Hasta las alfombras... alfombras bordadas! Eso si era algo que ella jamás había visto, ni siquiera en los programas de televisión, ni en sus sueños...
Una nueva voz la sacó de su transe, y volviendo su mirada, descubrió a otra de las habitantes de esa casa.
-Ella es la muchacha nueva, Angela, sólo nos falta tu aprobación-
La observó, escrutándola con la mirada, tratando de descifrarla sin tener que hablarle ni tocarla.
-Bien, mándala a alguna habitación vacía. Sabes que prefiero inspeccionarlas en la mía, pero David no se ha ido aún, y no se puede... en unos minutos voy-
***
Amelia se sentó sobre la cama, con el vestido que Silvia le había dado en las manos.
Sintió el calor de la primera lágrima correr por su mejilla.
-No! no vas a llorar, no puedes llorar!-
Lo dijo en voz alta, reprendiéndose, odiándose por ser tan débil. Tomó la extraña vestimenta y se dispuso a colocársela.
El faldón de tul era corto, muy corto, tal vez demasiado; el ajustado corsé la dejaba sin aire.Se colocó las altísimas botas negras y los guantes de encaje.
Vio su imagen reflejada en el espejo... todo el conjunto estaba entre los tonos negro y azul, tal vez algo de violeta, pero sólo un poco; debía reconocerlo, no se veía para nada mal. Siempre había sabido que tenía buena figura, en realidad, eso fue lo que la decidió, los hombres estarían dispuestos a pagar por ella, y en el punto crítico, simplemente se decidió por usar ese don de la belleza que había recibido.
Voltio al oír el ruido de la puerta, y fijó sus grandes ojos verdes en la mujer que se acercaba a ella.
-Sí, el condenado tenía razón, eres muy bonita...-la tomó de la cintura, por la parte trasera, y colocó su rostro sobre el hombro de la más pequeña.- No ha todas les ha calzado ese vestido...
-Así que... tú tenías que ver como me quedaba esto... es estúpido, no te parece?-
-Mi pobre niña! Que ilusa eres, cuantos años tienes, 14?-
-17...-
-Bien, es comprensible, eres ignorante en ciertos asuntos... yo estoy aquí para probarte... el vestido es sólo un capricho mío, me gusta tener a una virgen del negocio vestida de lolita entre mis brazos... es por puro morbo.-
-¿¡qué!? ¿Cómo que probar? Tú... yo no entiendo nada!-
-ay, idiota! Soy la catadora de putas, ok? Las acostumbro a sentir cosas. Mira, cariño,-sereno su voz, sentándola en el borde de la cama y acariciando su mejilla- no se que experiencias tienes tú, pero esto no es fácil, no es agradable tener que acostarte con cualquier gordo inepto que entra por la puerta, y menos es para las niñas inexpertas, ejemplo: tú! Yo sólo les doy la primera experiencia, dependiendo de lo que yo diga, van con Brian, y luego los clientes.-
La más joven abrió sus ojos al máximo, como grandes platos blancos.
-Qué! No! de ninguna manera! Yo no soy así, yo hago esto porque necesito dinero, porque no quiero acabar mi vida siendo una simple empleada! Pero esto ya es un exceso.-
-No lo es, es lo que se debe hacer... todas pasamos estas cosas, todas estuvimos asustadas...-
Angela acercó su rostro al de la chica, abriendo delicadamente sus labios, capturando los de la joven entre ellos.
Deslizó su mano derecha dentro del faldón azul, sintiendo la suavidad propia de la juventud que las piernas de la joven tenían, pudo percibir el temblor general en su cuerpo, y se separó de ella con bruzquedad
-Tú eres virgen!-gritó, horrorizada.-tu piel se siente como piel de virgen, tus labios saben a virgen y tiemblas como virgen!-se levantó de un salto, moviendo efusivamente sus brazos- qué demonios haces aquí!? Vete a tu casa, juega con tu novio, cocina con tu madre! Qué viniste a buscar a un burdel!?-
-quiero dinero! Nada más.-
La mayor hundió la cabeza en sus manos, tratando de aclarar sus pensamientos.
-Syn sabe esto? No trabajamos con niñas como tú.-
-no le digas-fue casi un ruego... en susurro.-quiero estar aquí.-
-mira, niña, yo no me acuesto con alguien así, siento que te estoy violando, y no me gusta. Él te va a querer probar también, y se dará cuenta... te va a odiar y te echará. Él se acuesta con todas, pero jamás desvirgó a nadie, ni yo tampoco, así que vete a tu casa.-
Comenzó a llorar amargamente, cayendo a los pies de Angela, mirándola llena de dolor, tratando de conmoverla.
-haré lo que me digas! Voy a comportarme, cada orden que me des, yo la cumplo. Pero ayúdame a permanecer aquí, necesito esto! No me importa meterme bajo las mantas con nadie, yo no siento desde hace mucho! Por lo que más quieras, ayúdame!-
La mayor suspiró violentamente, llena de ira. La tomó de la mano, ayudándola a levantarse.
-aBien! le inventaré algo a Brian. Pero no quiero verte lloriqueando por ningún lado luego! Sólo te ayudo porque me das lastima, porque se ve que necesitas esto, por alguna extraña razón quieres hacerlo... ahora vete! Dile a Sil que te de un cuarto, o que te lleve con las demás chicas... yo voy a pensar...-Se dispuso a salir, pero la mayor volvió a hablar.-solo con una condición, conserva el vestido, me gusta la imagen, quiero decir, el personaje...-
La mirada extremadamente lasciva la hizo sonrojar.
0 comentarios:
Publicar un comentario